Ayer fue un día difícil y terminó con un evento para nada
agradable, con algo que siempre me acompañará. Cuando estas cosas nos ocurren,
uno voltea y se da cuenta que debe estar agradecido porque podría ser peor. Sin
embargo, no se trata de considerarse a uno mismo en mejor o peor situación que
el vecino, que el de al lado, se debe tratar, siempre, de reconocer en dónde
está uno, darse cuenta del espacio que está ocupando y cómo es mi relación con
mi entorno, con el otro.
Lo que acabo de expresar sonará trillado para muchos pero,
al sentirme, al vivir el ayer y como me afecta el presente, me lleva a
reflexionar, me conduce a tratar de construir, en lo posible, las oportunidades
que me permitan crecer como ser humano, que me permitan darme cuenta cuanto
quiero ser feliz y qué debo hacer para lograrlo.
Cada uno de nosotros tiene pasado y vive presente. Vivamos
tomados de la mano de la honestidad, sintamos la necesidad imperiosa de no
juzgar, de aceptarnos y aceptar al de al lado tal y como es porque en
definitiva, lo que me afecta a mí viene de mi interior y lo que está al frente
de mí, como muchos autores lo han expresado, es mi espejo, es el reflejo de lo
que soy o de lo que pretendo ser.
Un aviso en mi lugar de trabajo dice:
La vida es corta, rompe las reglas, perdona
inmediatamente.
Besa despacio, ama de verdad, ríe incontrolablemente y
Nunca te arrepientas de nada que te haga sonreír
Estas líneas te las dedico a ti, en mi pasado y en mi
presente porque en definitiva quiero que estés, siendo feliz, en mi futuro.
Calgary, 6 diciembre de 2013
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