La respuesta pareció obvia pero no lo era. Obvia, al decirme
que era una forma de agradecer aquel que prepararas, dulce, rico, nuestro,
tradicional.
Nunca había preparado alguno. Pero pensé, en ese momento, en
aquella tarde en la que oí tu voz y voltee a verte. Ver un hermoso rostro, con
hermosa sonrisa, con alegría suficiente, me llamó la atención.
Recorrí esos minutos y los del día siguiente, cuando te
volví a ver y los otros y los otros.
Esta mañana, al despertar, me di cuenta que debía entregarte
tu dulce, tu obsequio, tu preferido. Lo deje en la puerta de tu
hogar. Espero lo disfrutes.
Otro día, algún día, prepararé uno mejor, uno que diga más
allá de lo dulce, más allá de la sensación y del sabor, por qué los preparo.
Calgary, 8 de octubre de 2013
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