Una tarde hermosamente soleada
de festival, me detienes, me dices:
¡Josué! Hola. Ven, quiero darte un abrazo.
Me detengo. Nos abrazamos. Lo disfruto. Pasan muchos días y semanas sin volvernos a ver.
Un sábado, de noche, luego de escuchar esas canciones que enamoraron nuestros corazones, entro al camerino y te veo esperando.
Te pregunto: ¿ya te tomaste la foto con él?
Me respondes: si, pero te estoy esperando porque quiero tomarme una contigo.
Me enamora tu petición. Sonrío. Nos tomamos la foto. Nos vemos hermosos.
Algo se encendió en mi. De pronto me provoca escribirte. Es un sueño. Solo un sueño, después de tanto tiempo.
No sé qué sorpresa ocurrirá la próxima vez.
Aunque hay calma, espero ansioso ese momento porque tú, ofreces abrazos intensos, solo comparados con tu belleza, solo comparado con lo que se enciende en mi alma que no puedo explicar.
